Miércoles, 24 febrero 2021


 Buenos días, Cristo Reina, nos preparamos para iniciar la oración de la mañana. 

Comenzamos la oración: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Motivación:

 Hace ya unas semanas cuando comenzamos la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza, nos comprometimos a cambiar nuestro corazón de piedra en un corazón semejante al de Cristo. Estábamos invitando a Jesús a entrar en nuestro corazón herido para convertirlo en un corazón sano y radiante, pero ¿hemos vuelto a pecar? Si hemos puesto nuestra Fe en Cristo pero hemos vuelto a pecar, debemos reflexionar un momento para decirle que sabemos que nuevamente lo hemos hecho mal. Él nos ama y nos perdonará. Muchos habréis ya escuchado parábolas como las del Hijo Pródigo o la oveja Perdida con las que Jesús enseñaba la importancia de arrepentirse y perdonar. 

 

Evangelio según San Lucas (15, 1-7)

Los publicanos y los pecadores se acercaban para oírlo. Y los fariseos y los maestros de la ley lo criticaban: “Éste acoge a los pecadores y come con ellos”. Entonces Jesús les propuso esta parábola:

¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la perdida hasta que la encuentra? Cuando la encuentra, se la echa sobre sus hombros lleno de alegría, y, al llegar a casa, llama a los amigos y vecinos y les dice: “¡Alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja perdida! Pues bienos digo que habrá más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse”.

 

Reflexión 

Nosotros somos muchas veces como esta ovejita distraída.  En vez de buscar y seguir a Dios, nos entretenemos haciendo cosas inútiles.  Estas cosas que muchas veces ofenden a Dios, se llaman pecados.  La Biblia dice que todos somos pecadores y que muchas veces hacemos las cosas que no le agradan a Dios, como pegarle a nuestros hermanitos, desobedecer a los  papás,  mentir, decir groserías, robar, etc.

Pues esta oveja distraída, cierta  vez,  dejó  de  atender  al  pastor  y empezó a jugar y a alejarse del camino. Eso entristeció mucho al pastor.

¿Cómo os imagináis que  se siente  Cristo,  cada  vez  que  nosotros decidimos desobedecerle y hacer lo incorrecto? ¿Nos deja de amar por ser pecadores?  No.  Él nunca nos deja de amar.

Jesucristo, una vez más, nos muestra cuál es su misión. No vino para ser adorado y servido por los hombres. No vino como un gran rey, como un poderoso emperador, sino que se hizo hombre como un simple pastor, porque su misión es precisamente ésta: que no se pierda ninguna de sus ovejas. Nosotros somos estas ovejas de las que habla la parábola, y nuestro Pastor, Jesucristo, irá en busca de cada uno de nosotros si nos desviamos de su camino. Aunque le desobedezcamos, aunque nos separemos de Él, siempre nos va a dar la oportunidad de volver a su rebaño confesando y arrepintiéndonos de nuestros pecados. 

Este pasaje del Evangelio también nos enseña que el buen cristiano debe ayudar a los pecadores a rectificar su vida y alegrarse cuando lo logren. Cristo nos enseña aquí a no juzgar la vida de los demás. Es más provechoso acercarse al pecador y darle buen ejemplo que perder miserablemente el tiempo criticándole. Imitemos a Cristo también en esta faceta de carácter apostólico, y animaros a acercar a Cristo a aquellas personas que más lo necesitan.

Oración
Señor mío, Jesucristo, creo firmemente que estás aquí; 

en estos momentos de oración quiero:
PEDIRTE la gracia de darme más cuenta de que Tú vives, me escuchas y me amas; tanto, que has querido morir libremente por mí en la cruz y renovar cada día en la Misa ese sacrificio.
Y AGRADECERTE con obras lo mucho que me amas.

¡Tuyo soy, para ti nací! ¿Qué quieres, Señor, ¿de mí?   

Con esa actitud de cambio que Jesús nos pide y arrepintiéndonos de nuestros pecados vamos a rezar juntos el PADRENUESTRO.


Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. Cristo luz infinita, alumbra nuestra inteligencia. Amen

 

 

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