Oración martes, 8 de abril de 2025

Buenos días, Cristo Reina.

Comenzamos la oración de la mañana en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Serénate, haz silencio por dentro y por fuera. No permitas que nada ni nadie te distraiga en este momento tan importante.

Cierra los ojos. Siéntate correctamente con la espalda apoyada en la silla y los pies tocando el suelo. Relaja tus piernas y tus pies…  

Ahora, relaja tu cara y tu boca, relaja tus hombros… Pon toda tu atención en la respiración… Siente cómo entra el aire al inspirar y cómo sale al espirar… Coge aire y suéltalo despacito… una vez... otra... y otra vez más.


Jesús, han pasado ya casi cuatro semanas desde el miércoles de ceniza. Durante este tiempo me he dado cuenta de que constantemente soy tentado: que en el fondo me gusta más ser el primero que el último; que a veces no hago caso cuando mis padres me piden ayudar en casa; que cuando veo a un compañero solo, no quiero dejar mi juego para acompañarle; que en ocasiones no me esfuerzo todo lo que puedo con las tareas del cole porque prefiero terminar pronto...

He comprobado cómo, en ocasiones, me cierro a toda posibilidad de cambiar, de reconocerte.

También he descubierto que mis pequeños pecados, a veces, no me hacen sentir mal y me cuesta reconocerlos y pedir perdón. En cambio, sí que me fijo en las cosas que hacen mal los demás y corro a decírselas a la seño...

Ya ves, Jesús, que después de este camino de cuaresma que estoy recorriendo, aún tengo muchas cosas que cambiar.


Sin embargo, miro Tu cruz, Jesús, y veo el amor.

Miro Tu cruz, Jesús, y veo al Padre.

Miro Tu cruz, Jesús, y veo a los que lo pasan mal.

Miro Tu cruz, Jesús, y veo la victoria de la vida.

Miro Tu cruz, Jesús, y veo a María de pie, contigo.

Miro Tu cruz, Jesús, y me veo mirado y amado por ti.


Padre bueno, acoge mi pequeño corazón, que anhela tu misericordia y transfórmalo para hacer posible que, de la cruz, la que yo tantas veces te cargo, brote de nuevo la vida.


Con el deseo de que Jesús nos ayude a seguir limpiando nuestro corazón durante este tiempo de cuaresma, rezamos la oración que Él nos enseñó:


Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea Tu nombre;

venga a nosotros Tu Reino;

hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.


Terminamos con unas palabras del padre Gras:


Conviértenos y convierte a todos los hombres a ti.

Haz que sea la tierra un lugar donde florezcan todas las virtudes y Corte de universal adoración a Ti.



Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. Cristo, luz infinita, alumbre nuestra inteligencia. Amén.


Que tengáis un buen día.


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