Martes, 14 enero2025
14-enero-2025
Buenos días, Cristo reina.
Nos vamos preparando para la oración de la mañana.
Nos ponemos en presencia del Señor, en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.
Comenzamos la oración de esta mañana serenando nuestro cuerpo, respiremos hondo, dejemos que llegue el aire a nuestros pulmones y abramos nuestro corazón a Dios, dedicándole estos primeros minutos de la mañana. Haz silencio en tu interior y escucha… Por unos momentos desconectamos de nuestros ruidos, escuchamos en el silencio los latidos de nuestro corazón, sentimos a Dios que nos espera.
Un niño pequeño quería conocer a Dios; sabía que era un largo viaje hasta donde Dios vive, así que preparó su mochila con pastelillos y refrescos, y comenzó su jornada. Tras caminar por aquella larga avenida, se encontró con una mujer anciana. Ella estaba sentada en el parque, sola, contemplando algunas palomas.
El niño se sentó junto a ella y abrió su mochila. Estaba a punto de beber su refresco, cuando notó que la anciana parecía hambrienta, así que le ofreció un pastelillo.
Ella agradecida aceptó el pastelillo y sonrió al niño. Su sonrisa era muy bella, tanto que el niño quería verla de nuevo, así que le ofreció uno de sus refrescos.
De nuevo ella le sonrió. ¡El niño estaba encantado!
Allí estuvieron toda la tarde, comiendo y sonriendo, pero ninguno de los dos dijo una sola palabra. Cuando empezó a oscurecer, el niño se percató de lo tarde que se había hecho, se levantó para irse, pero antes de seguir sobre sus pasos, dio vuelta atrás, corrió hacia la anciana y le dio un abrazo. Ella, después de abrazarlo le regaló la más grande sonrisa de su vida.
Cuando el niño llegó a su casa y abrió la puerta, se encontró con su madre que estaba sorprendida por la cara de felicidad que tenía. Entonces le preguntó:
-Hijo, ¿qué hiciste hoy que te hizo tan feliz? El niño contestó:
¡Hoy almorcé con Dios…!
Y antes de que su madre contestara algo, añadió:
¿Y sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que he visto!
Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hijo se quedó sorprendido por la expresión de paz que había en su rostro, y le preguntó:
Mamá, ¿qué hiciste hoy que te ha hecho tan feliz? La anciana contestó:
¡Comí con Dios en el parque…!
Y antes de que su hijo respondiera, añadió:
Y ¿sabes? ¡Es más joven de lo que yo pensaba!
Este pequeño cuento nos hace pensar y nos recuerda que podemos encontrar a Dios en el sitio menos esperado, en las personas que están a nuestro alrededor, en los pequeños detalles de cada día, solo hay que detenerse y estar atento a sus señales…una sonrisa como la de la anciana del cuento, un compartir con los amigos, unas caricias de mamá, un gesto amable del compañero…Dios está ahí, que las prisas del día a día no nos impidan verlo.
Todos juntos rezamos la oración que Jesús nos enseñó:
En palabras del padre Gras:
Adoro, Jesús mío, los misterios de tu caridad.
Te amo y te quiero amar.
Te bendigo y te quiero bendecir.
Te adoro y te quiero adorar.
Hazme invulnerable en la lucha
para triunfar contigo
por los siglos de los siglos.
Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, Cristo luz infinita alumbre nuestra inteligencia. Amén.
¡Que tengáis un buen día!