Oración de la mañana, martes 24 de enero de 2023
Buenos días, Cristo Reina.
Comenzamos la oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Comenzamos el momento más importante del día, el que nos da fuerzas para enfrentar las horas que nos quedan por delante, regalo que Dios nos hace y que debemos aprovechar para aprender a seguir Su camino; comenzamos nuestro ratito de encuentro con Él. Para ello, cerramos nuestros ojos, nos sentamos bien en nuestra silla, apoyamos las manos en nuestro corazón e intentamos sentir sus latidos. Respiramos despacio y hondo una vez, otra vez, una vez más...
A Dios le afecta todo, porque lo ve todo.
Felipe, uno de los apóstoles, era amigo de Natanael, y le dijo a éste que quería presentarle a Jesús, porque era el Hijo de Dios. Natanael dudó mucho que un carpintero de un pueblo como Nazareth, pudiese ser el Mesías. Pero Felipe se lo presentó, y con una frase de Jesús, Natanael se convirtió.
Ésta fue la frase: CUANDO ESTABAS DEBAJO DE LA HIGUERA, TE VÍ.
Algo habría hecho Natanael debajo de la higuera. No sabemos qué. Lo había hecho a solas, era algo que nadie sabía. Pero resulta, que a pesar de haberse asegurado de estar solo, Jesús lo vio.
Y alguien que ve lo que sólo yo sé y hago, ése tiene que ser Dios. Por eso, Natanael le contestó a Jesús: Tú eres el Hijo de Dios.
Esta mañana, cuando te has despertado, Dios te estaba viendo. Y lo que pensaste cuando ese amigo el otro día te dijo eso, Dios lo vio. Y eso que alguna vez has guardado para que no te lo pidan, Dios lo ha visto. Y ese esfuerzo por sonreír a ése que te cae mal, Dios lo ha visto. Y esa vez que te acercaste al que estaba solo, Dios lo vio. Y aquél momento en el que te esforzaste tanto porque no te salía bien el trabajo, Dios lo vio. Y cada vez que intentas hacer felices a los demás, Dios lo ve. Y COMO DIOS VE TODO LO TUYO, TODO LO TUYO LE AFECTA.
Dios nos ve siempre -no como un espía, sino como alguien que nos quiere mucho- y es feliz cada vez que nos ve hacer algo bueno. Pero también sufre cada vez que nos ve hacer algo que hace daño a otra persona, porque esa otra persona también es hija de Él y cada vez que nos ve HACERNOS DAÑO A NOSOTROS MISMOS, eso también es HACERLE DAÑO A ÉL..
Por eso es bueno que todas las noches, cuando nos acostemos, hagamos un repaso del día, un examen de conciencia, y pidamos perdón a Dios por esas cosas que Él ha visto y no le han gustado. Para ello, podemos preguntarnos: ¿Cómo me he portado con los demás? ¿Cómo me he portado conmigo mismo? Entonces, ¿cómo me he portado hoy con Dios?
También podemos orar diciéndole: Dios mío, que me dé cuenta de que todo el día y toda la noche estoy en Tu presencia. ¡Cuántas alegrías puedo darte en un día! ¡Y cuánto dolor puedo causarte también en un día! ¡Creo que me ves y que me oyes! Gracias, y auméntame la fe.
Vamos todos a intentar que no se nos olvide hacer el examen de conciencia todas las noches para poder cambiar esas cosas que sobran de nuestro corazón. Nos propondremos no volver a repetirlas, le pediremos perdón a Dios por el daño que hayamos hecho cada día. Y también le agradeceremos Su compañía.
La siguiente oración del padre Gras nos ayudará a ello:
Jesús, Hijo del Eterno Padre,
Dios con Él y con el Espíritu Santo.
Yo quisiera sellar
todo labio que te ofenda,
y cambiar esas ofensas por filial amor.
Concédeme la gracia
de que me acuerde de adorarte
y bendecirte en este día,
para que el amor de mi corazón
acabe con las ofensas que te hacen.
Con el convencimiento de que Dios siempre está con nosotros, rezamos la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea Tu nombre;
venga a nosotros Tu Reino;
hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. Cristo, Luz infinita, alumbre nuestra inteligencia.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.