Oración de la mañana, martes 15 de noviembre de 2022

 

Buenos días, Cristo Reina.

Comenzamos la oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.





Cerramos nuestros ojos, nos sentamos bien en nuestra silla, apoyamos las manos en nuestro corazón e intentamos sentir sus latidos. Respiramos despacio y hondo una vez, otra vez, una vez más...


Esta semana celebramos que Cristo es Rey y, reina en nuestros corazones y en el mundo.
Comenzamos un tiempo especial: el domingo la iglesia celebrará que Jesús es Rey. Todos los que formamos la familia Cristo Rey nos unimos en esta solemnidad aclamándolo como hizo José Gras, gran amigo suyo desde que tenía vuestra edad. ¡¡¡Lo quería tanto!!! A lo largo de su vida lo siguió sin descanso, nada lo frenó, defendió su nombre en todo lugar donde se hallaba. Se dirigía a Él con palabras que le brotaban del corazón, le decía: eres mi amigo, mi guía, mi padre, mi maestro… eres mi Rey. 

Pero, ¿qué tipo de rey creéis que es Jesús?
Os voy a contar la historia de dos reyes y vosotros decidiréis de qué tipo es. La historia se llama “El otro rey”.
Había una vez un rey que vivía en un castillo muy hermoso, pero que siempre estaba de mal humor. Un día en que la lluvia caía sin cesar, el rey se encontraba observando a los pájaros asustados escondiéndose debajo de los cobertizos para protegerse de la lluvia, y aquello le molestó mucho porque seguramente aquellos pajarracos le iban a ensuciar los cobertizos.
Malhumorado como estaba llamó a un criado y le dijo: “Écheme a todos los pájaros que encuentre allí. ¡Ah!, y me trae a uno para darle un escarmiento.” 
Temblando, el criado salió corriendo y, al poco rato, una nube de pájaros salió en desbandada del cobertizo. Poco después el criado le traía al rey un cuervo, que de lo mojado que estaba casi ni podía mover las alas.
“¡Daré un escarmiento contigo!” dijo el rey. "Te voy a cortar las alas para que nunca más puedas volar a mi cobertizo." “No importa lo que me hagas” contestó el cuervo, “mi otro rey me ayudará para que mis alas crezcan de nuevo.”
“¡¿De qué otro rey hablas, pajarraco?! Aquí no hay más que un rey, ¡y ese soy yo!”
“Te equivocas", dijo el pájaro, "en lo más profundo del Bosque Umbroso vive el Rey Bondadoso, que reina con cariño y respeto en toda esa comarca.”
“¿Otro rey? ¡Pues mandaré mis ejércitos para que lo pulvericen! ¡Aquí no hay más rey que yo!”
“Pues si mandas a tu ejército, seguro que lo perderás, porque todos los habitantes del bosque harán que se pierda y no regrese”. 
Y el rey se dio cuenta de que cada vez que algún soldado había ido en son de guerra al bosque, jamás había regresado. Por eso, decidió disfrazarse e ir él solo al bosque a buscar al otro rey. Y cuentan que anduvo varios días hasta que, desfallecido por el hambre y la sed, se desmayó. ¡Y cuál no sería su sorpresa cuando al despertar se encontró en la cabaña de un leñador! 
El leñador le preguntó: “¿Se encuentra bien, amigo? Hace dos días que dormía, estaba usted muy cansado, ¿qué hacía por estos parajes tan profundos?”
“Pues busco al rey que dicen que vive por aquí; lo busqué durante días hasta que desfallecí.”
Los días pasaron, y el leñador compartió con el rey todo lo que tenía, hasta que éste se puso mejor. Y el rey se sentía muy agradecido con aquel hombre. De pronto, apareció volando el cuervo del cobertizo, que al ver al rey se puso a gritar: “¡Ese es el rey que me quería cortar las alas!” Y, dirigiéndose al leñador, le gritó: “¡Mi rey! ¡Hay que castigarlo!”
El primer rey se quedó estupefacto. ¡Así que aquel leñador era el otro rey! Y él solo, sin su ejército, allí.
“No cuervo,” -contestó el rey-leñador- “hacer daño no trae consigo bien. Dejemos que el rey se vaya hacia su castillo, pues la bondad es la mejor de las cualidades del hombre.”
Y cuentan que el rey real se sintió tan avergonzado, y aprendió tan bien su lección, que a partir de ese momento cambió su comportamiento con los súbditos y se volvió un rey bondadoso.
 
“Cristo reina. Este grito es el grito del bien contra el mal”, decía José Gras. Es difícil ser bueno con los que con nosotros se portan mal pero nuestro corazón se siente muy feliz cuando lo hacemos y, además, no esperamos que el otro también nos haga a nosotros algún bien. Eso es decir Cristo Reina con sentido porque el Reino de Jesús se construye con el Bien.
“Cristo Reina expresa una verdad inmensa y eterna, porque Cristo es REY más allá de la creación y de los siglos”, decía el Padre Gras. Su Reino es eterno gracias a que nosotros, día a día, lo intentamos construir; cada uno desde su pequeña aportación. Cristo reina en nuestros corazones si somos habitantes de ese reino de amor, de ternura y de justicia.
El Reino de Dios eres tú y soy yo, somos todos; el Reino de Dios es que cada uno sea capaz de ponerse al servicio del resto, sin ataduras, libremente, con un corazón fuerte. Si cada uno pone un poco de sí mismo entre todos construiremos el Reino de Dios, el Reino del Amor. Es un duro camino, pero contamos con Jesús para andar. Porque el Reino es por ti, es para todos.

A nuestro Rey, le dedicamos esta oración:


¡Oh Cristo, Tú eres mi Rey!
El que me da todo su amor y me escucha siempre.
El que me guía en todos mis pasos.
El que me ama como soy.
El que me hace verle en los ojos de los demás.
El que reina en mi corazón y al que amo con todo mi ser.


Con el convencimiento de que Cristo es el Rey de nuestros corazones y del mundo, le rezamos la oración que Jesús nos enseñó:


Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea Tu nombre;

venga a nosotros Tu Reino;

hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.



Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. Cristo, Luz infinita, alumbre nuestra inteligencia.


En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



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