Oración de la mañana, martes 24 de mayo.
Buenos días, Cristo Reina.
Comenzamos la oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Tratamos de relajarnos y escuchar atentamente. Para ello, vamos a cerrar los ojos, nos sentamos bien en nuestra silla, apoyamos las manos en nuestro corazón e intentamos sentir sus latidos. Respiramos despacio y hondo una vez, otra vez, una vez más...
Seguimos en el mes de mayo, el mes de María. A veces asociamos a María solamente con poesías, con imágenes, con flores... y nos quedamos tan solo con una idea de fragilidad y delicadeza. María, la madre de Jesús y nuestra madre, fue una mujer muy fuerte que tuvo que enfrentarse a muchas cosas y que, al final, cuando todo parecía acabar, estuvo al pie de la Cruz junto a su Hijo. No le importó lo que la gente decía; no le importó que los discípulos huyeran; no le importó que Jesús no se bajara de la Cruz para demostrar que Él era el Hijo de Dios. Nada de eso le importó. El secreto estaba dentro de Ella: se fiaba tanto de Dios y confiaba tanto en Él que incluso cuando parecía que los había abandonado y su Hijo estaba muerto, siguió esperando.
¿Os parece que alguien así es una persona débil o frágil? Más bien es una persona fuerte, una mujer llena de Dios. Eso significa también Inmaculada: llena de Dios. Como tal, siempre estaba atenta a lo que Dios le pedía para cumplir su voluntad.
Quizás pienses que a ti Dios nunca te ha pedido nada pero, si lo piensas despacio, verás que no es cierto. Quizás no eres consciente de que Dios te haya pedido nada a ti personalmente pero, si estás atento, verás que hay cosas que sabemos que Dios nos pide a todos: decir la verdad y no mentir, tratar bien a los demás, intentar que el mundo sea más justo y solidario, ser personas pacíficas y no tratar de arreglar las cosas con violencia... Escucha a tu corazón, Jesús está dentro de él: ¿qué es lo que te pide que hagas?
María es una mujer que nos ayuda y nos anima: Dios ya sabe que nosotros solos no podemos hacer casi nada, pero contamos con Su ayuda y con la de María. Sin Él no haríamos casi nada pero, sin que nosotros pongamos todo de nuestra parte, Dios tampoco puede hacer posible las cosas.
Pidamos hoy a Dios que nos ayude en eso que cada uno sabe que más le cuesta hacer. No olvides que, para Dios, no hay nada imposible.
Rezamos a la Virgen María, nuestra Madre, la oración del padre Gras "Que tus ojos me miren".
Que tus ojos me miren
mi dulce Madre:
que tu corazón me oiga,
mi Reina amante;
que tus labios divinos,
piadosos me hablen;
si tus brazos me tiendes
cuando expirare,
en tal hora bendita,
fin de mis males.
a la Corte de tu Hijo,
llévame, oh Madre.
Terminamos nuestra oración de la mañana rezando el Padre nuestro:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea Tu nombre;
venga a nosotros Tu Reino;
hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. Cristo, luz infinita, alumbre nuestra inteligencia. Amén.
Que tengáis un buen día.