Oración 15 de marzo

 

Buenos días, Cristo reina.

 Comenzamos la mañana en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo, amén.

 Abramos nuestro corazón a Dios, dedicándole estos primeros minutos de la mañana. Haz silencio en tu interior y escucha… Por unos momentos desconectamos de nuestros ruidos, escuchamos en el silencio los latidos de nuestro corazón, sentimos a Dios que nos espera. Respirando profundamente, cogemos aire y soltamos lentamente, mientras repetimos mentalmente nuestro saludo: CRISTO REINA, POR SIEMPRE EN NUESTROS CORAZONES.
 

 CRISTO REINA, nuestro saludo, nuestro lema. Comenzamos cada mañana con dos palabras que significan tanto…tienen un valor incalculable. Principalmente porque, de forma sencilla, proclamamos quién es el motor de nuestra vida y, segundo, porque cada día recordamos el deseo de nuestro fundador, el Padre Gras:
“Digan con su vida CRISTO REINA y así el mundo cambiará”.

 Todos queremos un mundo mejor, más justo, más humano, todos queremos, pero... ¿hasta dónde estamos comprometidos y entregados para poder conseguir esa transformación?

 El padre Gras tenía esos mismos deseos, pero fue capaz de luchar por conseguirlo. ¿Cómo?:
Siendo decidido, porque a pesar de las adversidades y problemas, no cambió de opinión ni se rindió.
Siendo coherente y veraz. Era sacerdote, entregó su vida al servicio de Dios.
Siendo emprendedor y valiente, tenía un ideal y desde su sencillez supo integrarlo en la sociedad.

 Recordar al padre Gras, nos lleva a creer que tenía “algo especial”, “un don” que le daba toda esa fuerza, sabiduría y esperanza. Pero ese don no es otra cosa que la fe en Cristo como Rey de nuestra vida.
 
 Terminamos nuestra oración dando gracias a Dios por poner en nuestras vidas a personas que nos acercan a Él, en especial por el padre Gras
 Lo hacemos con una de sus oraciones, escuchad cada frase y hacedla vuestra:
 Rey de mi corazón, reina siempre en mis potencias y sentidos. 
  Abrasa con el fuego de tu amor todo lo que amo; llena mis ojos con la luz de tu gracia, que jamás me cieguen los falsos valores de la tierra. 
 Reconozco las maravillas de misericordia con las que respondes a mis errores y pecados. 
 Te suplico, Rey Jesús, que no permitas la menor vacilación de creer a Ti.
 Ponme el sello de tu Soberanía, porque en servirte está mi felicidad y en adorarte mi mejor premio.

CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO IMPERA, CRISTO LUZ INFINITA, ALUMBRE NUESTRA INTELIGENCIA. AMÉN

¡Feliz día!

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