MARTES 25 ENERO 2022
Buenos días, CRISTO REINA, nos preparamos para la oración.
Nos sentamos cómodamente en nuestra silla, respiramos profundamente y sentimos como poco a poco nuestro cuerpo se relaja… ponemos las manos en nuestro corazón, intentamos sentir su latido y así… poco a poco… nos preparamos para escuchar el mensaje que Jesús tiene hoy para cada uno de nosotros.
Había una vez un león afónico. Era afónico desde siempre, porque nunca había podido rugir, pero nadie en la sabana lo sabía. Como desde muy pequeño había visto que no podía rugir, había aprendido a hablar sosegadamente con todo el mundo y a escucharles, y convencerles de sus opiniones sin tener que lanzar ni un rugido, ganándose el afecto y confianza de todos.
Pero un día, el león habló con un rinoceronte tan bruto y cabezota, que no encontraba la forma de hacerle entrar en razón. Entonces, sintió tantas ganas de rugir, que al no poder hacerlo se sintió en desventaja. Así que dedicó unos meses a inventar una máquina de rugir que se activase sólo cuando él quisiera. Y poco después de tenerla terminada, volvió a aparecer por allí el rinoceronte testarudo, y tanto sacó al león de sus casillas, que lanzó un rugido aterrador con su máquina de rugir.
- ¡¡¡GRRRRROAUUUUUUUUUUUU!!!
Entonces, no sólo el rinoceronte, sino todos los animales, se llevaron un susto terrible, y durante meses ninguno de ellos se atrevió salir. El león quedó tan triste y solo, que tuvo tiempo para darse cuenta de que no necesitaba rugir para que le hicieran caso ni para salirse con la suya, y que, sin saberlo, su afonía le había llevado a ser buenísimo hablando y convenciendo a los demás. Así que poco a poco, a través de su tono amable y cordial, consiguió recuperar la confianza de todos los animales, y nunca más pensó en recurrir a sus rugidos ni a sus gritos.
¿Y tú? ¿alguna vez te ha ocurrido algo parecido? Muchas veces, cuando algo no nos sale bien, o alguien que queremos no nos hace caso, nos enfadamos tanto que, como al león, nos dan ganas de gritar para que nos hagan caso. Como hemos escuchado en el cuento, la solución es otra. Debemos saber esperar, ser pacientes y hablar las cosas manteniendo una conversación tranquila. Jesús siempre lo hizo así, escuchó a todos aquellos que acudían a él, y siempre supo decirles aquello que necesitaban aunque no fuese muy agradable para ellos.
Por eso, hoy vamos a pedirle a Jesús, que siga enseñándonos cada día a seguir sus pasos. Ayúdanos Jesús a ser servicial, a preocuparme por los demás, a saber escuchar y ayudar como tú lo hacías. Quiero ser generoso y poder estar siempre abierto a tender mi mano, quiero ser solidario y amar a los demás con gestos, hechos y actitudes, no solo con palabras. Ayúdame para que mi semilla pueda dar muchos frutos de cosas buenas.
Con este deseo, rezamos todos juntos un PADRE NUESTRO.
En palabras de José Gras: "Cristo es la verdad, la virtud y la nobleza infinita. Servirle es reinar"
Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, Cristo luz infinita, alumbra nuestra inteligencia, amén.
¡Qué tengáis un buen día!