Oración martes, 27 de mayo de 2025
Buenos días, Cristo Reina.
Comenzamos la oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Tratamos de relajarnos y escuchar atentamente. Para ello, vamos a cerrar los ojos, nos sentamos bien en nuestra silla, apoyamos las manos en nuestro corazón e intentamos sentir sus latidos. Respiramos despacio y hondo una vez, otra vez, una vez más... para recordar la figura de María, nuestra Madre del cielo.
María es la Madre de Jesús, la Madre de Dios. Fue madre dándole a luz en Belén. Fue madre también cuidando de sus pasos de niño, y educándole con cariño. Fue madre aceptando que se hiciera mayor, y que marchara de casa para cumplir la voluntad de Dios enseñando a la gente por ciudades y aldeas.
Fue madre sufriendo al pie de la cruz y gozando con su Resurrección en la mañana de Pascua.
El trabajo diario de María era el de muchas mamás: limpiar, cocinar, recoger y fregar... Más que lo que hacía, importa pensar cómo lo hacía: con cariño, con cuidado para que todo quedara bien... El amor que tenía a los de su familia se lo manifestaba sirviéndoles.
El ejemplo de María nos sirve hoy para poner nosotros cariño y cuidado en lo que hacemos.
Imitando a María, vamos a pensar por qué hacemos las cosas, a quién queremos agradar... ¿A nuestra familia? ¿A nuestras seños y profes? ¿A nuestros amigos? En el modo de hacer las cosas demostramos cuánto les queremos.
Además, María era consciente de que todo lo que ella era y lo que ella tenía era regalo de Dios.
María, además de nuestra madre del cielo, puede ser nuestra mejor amiga, algo así como la reina de nuestro corazón. Podemos acercarnos a María y hablarle de nuestras penas y nuestros temores... Podemos también hablarle de nuestras alegrías, nuestras aventuras y éxitos.
Podemos cada noche presentarle un obsequio de flores: las buenas obras del día. Porque el amor se demuestra más en las obras que en las palabras.
María:
Hoy te queremos invocar con el nombre más bonito;
queremos llamarte MADRE.
Queremos pedirte que estés cerca de nosotros.
Que cuides nuestro crecimiento
como cuidaste del de Jesús.
Queremos acordarnos de ti y sentirte cerca
en nuestros momentos difíciles;
y también en los momentos fáciles y gozosos.
Ayúdanos a darnos cuenta de las maravillas que
Dios va haciendo en nosotros:
la vida, la familia, la educación, los amigos...
Ayúdanos a admirarnos con sencillez de lo bueno
de cada día y a ser sencillamente agradecidos.
Que no nos pueda el orgullo de ser más que los demás,
sino que sintamos el deber de poner lo que tenemos a su servicio.
Ojalá aprendamos que ‘el amor con amor se paga’ y hagamos de nuestra vida
un acto de servicio a Dios y al prójimo.
El padre Gras oraba diciendo a María:
Yo, María, quiero oraros mucho porque me siento
tan necesitado de vuestra ayuda como el niño
que levanta sus tiernas manecitas hacia su madre, desde la cuna.
Mi pensamiento necesita de vuestro resplandor.
Mi corazón, de vuestro afecto.
Terminamos nuestra oración de la mañana rezando a María, nuestra Madre:
Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. Cristo, luz infinita, alumbre nuestra inteligencia. Amén.
Que tengáis un buen día.