ORACIÓN LUNES 6 DE MARZO
Buenos días, Cristo Reina,
nos preparamos para la oración
Nos colocamos de forma cómoda en la silla, respiramos profundamente cogiendo aire por la nariz y soltándolo por la boca. Escuchamos la música en silencio y seguimos respirando profundamente.
Vamos a escuchar un cuento de cuaresma que nos acerca a la conversión de nuestro corazón, haciendo hincapié en la generosidad
y la limosna.
Érase una vez que había un rey que vivía bien su fe cristiana y que no
tenía hijos. Por ello, envió a sus heraldos a colocar un anuncio en
todos los pueblos diciendo que cualquier joven que reuniera los
requisitos para aspirar a ser el sucesor al trono, debería entrevistarse
con el Rey. Pero debía cumplir dos requisitos: Amar a Dios y a su
prójimo.
En una aldea lejana, un joven huérfano leyó el anuncio real. Su abuelo,
que lo conocía bien, no dudó en animarlo a presentarse, pues sabía que
cumplía los requisitos, pues amaba a Dios y a todos en la aldea. Pero
era tan pobre que no contaba ni con vestimentas dignas, ni con el dinero
para las provisiones de tan largo viaje.
Su abuelo lo animó a trabajar y el joven así lo hizo. Ahorró al máximo
sus gastos y cuando tuvo una cantidad suficiente, vendió todas sus
escasas pertenencias, compró ropas finas, algunas joyas y emprendió el
viaje. Al final del viaje, casi sin dinero, se le acercó un pobre
limosnero. Tiritando de frío, vestido de harapos, imploraba: “Estoy
hambriento y tengo frío, por favor ayúdeme...” El joven, conmovido, de
inmediato se deshizo de sus ropas nuevas y abrigadas y se puso los
harapos del limosnero. Sin pensarlo dos veces le dio también parte de
las provisiones que llevaba.
Cruzando los umbrales de la ciudad, una mujer con dos niños tan sucios
como ella, le suplicó: “¡Mis niños tienen hambre y yo no tengo trabajo!”
Sin pensarlo dos veces, le dio su anillo y su cadena de oro, junto con
el resto de las provisiones.
Entonces, en forma titubeante, llegó al castillo vestido con harapos y
sin de provisiones para el regreso. Un asistente del Rey lo llevó a un
grande y lujoso salón donde estaba el rey. Cuál no sería su sorpresa
cuando alzó los ojos y se encontró con los del Rey. Atónito dijo:
“¡Usted... usted! ¡Usted es el limosnero que estaba a la vera del
camino!” En ese instante entró una criada y dos niños trayéndole agua,
para que se lavara y saciara su sed. Su sorpresa fue también mayúscula: -
“¡Ustedes también! ¡Ustedes estaban en la puerta de la ciudad!” El
Soberano sonriendo dijo: “Sí, yo era ese limosnero, y mi criada y sus
niños también estuvieron allí”.
El joven tartamudeó: “Pero... pe... pero... ¡usted es el Rey! ¿Por qué
me hizo eso?” El monarca contestó: “Porque necesitaba descubrir si tus
intenciones eran auténticas frente a tu amor a Dios y a tu prójimo.
Sabía que si me acercaba a ti como Rey, podrías fingir y no sabría
realmente lo que hay en tu corazón. Como limosnero, no sólo descubrí que
de verdad amas a Dios y a tu prójimo, sino que eres el único en haber
pasado la prueba. ¡Tú serás mi heredero! --sentenció el Rey-- ¡Tú
heredaras mi reino!”.
Reflexión: El cuento nos hace pensar a cerca de la generosidad y la misericordia y al igual que Jesús fue misericordioso, nos invita en este tiempo de cuaresma a serlo nosotros también con los que tenemos más cerca.
¿Eres generoso con tu familia y amigos?
Con este deseo rezamos el Padre Nuestro
En palabras del padre Gras: "Los verdaderos valientes son los gigantes del amor."
Cristo vence, Cristo reina, Cristo Impera, Cristo luz infinita alumbre nuestra inteligencia amen.
Feliz día y semana para todos.